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lunes, 4 de marzo de 2024

A 30 años de El Libro Oculto, el disco maldito de Rata Blanca !!

En la cúpula de su vorágine, la banda publica un álbum breve y violento que sirve como epílogo de la época dorada en los años 90’. Conversamos con su fundador y guitarrista, Walter Giardino. Música / Rock. A 30 años de El Libro Oculto,disco maldito de Rata Blanca En la cúpula de su vorágine, la banda publica un álbum breve y violento que sirve como epílogo de la época dorada en los años 90’. Conversamos con su fundador y guitarrista, Walter Giardino. Juan Ignacio Provéndola @juaniprovendola Escuchá esta nota Lunes 25 de septiembre de 2023 | 17:00 Edición en formato casete de El Libro Oculto, lanzado en 1993. Edición en formato casete de El Libro Oculto, lanzado en 1993. “Hubo épocas bravísimas en las que no me acordaba ni como había caído a mi casa. Borracho y todo, igualmente llegaba ileso, sin andar chocando autos. Era una época densa, vivíamos al borde de todo y quizá tuvimos suerte”, recuerda Walter Giardino. Rata Blanca había escalado muy rápido en la ola de los tempranos 90s, épocas en las que la cultura rock se entreveraba entre el mainstream que consolidaban las FMs porteñas (con sus repetidoras en el interior) y los espacios de resistencia alternativos. Rata quedó del primer lado, pero no por respingarse ante otros fenómenos populares, sino porque así se dieron las cosas. “Muy pocas bandas hubiesen podido resistir el lugar del que salimos nosotros. Había drogas, alcohol, armas... lo que quieras. Si veías las condiciones en las que estábamos y la gente que nos rodeaba, creías que no íbamos a llegar ni la a esquina. Que íbamos a terminar todos presos, que nos iban a matar, o que nos íbamos a matar entre nosotros”, agrega Giardino, poniendo como contexto no la alfombra roja que le extendió el main, sino el Bajo Flores donde él y varios de sus compañeros se criaron. “Hay cosas que no se saben: nos veían como una banda pulcra y algunos, incluso, nos tildaban de caretas, como si fuésemos tipos que salimos de lugares privilegiados y que no sabemos nada de la vida. ¡Se equivocan! Nunca quisimos hacer apología de esas cosas ni dar qué hablar por nuestras vidas personales”. “Estábamos en un bólido. Era todo una locura y podía terminar mal en cualquier momento. Nos apoyamos en la música y en nuestras familias, así pudimos zafar”, explica el guitarrista al otro lado de la tormenta. Después del disco debut de 1988, con Saúl Blanch en las voces, Adrián Barilari dinamizó una época cabalgada por el hit “Mujer amante” (de Magos, espadas y rosas, 1991) y Guerrero del arco iris, álbum que los llevó hacia una expansión continental. La última obra de esa saga es El Libro Oculto, un disco de apenas cinco canciones que en su brevedad y violencia define el semblante del grupo tras años de exposición casi frenética. Un álbum de notable factura artística, aunque parido bajo escenarios de desprecios y adversidades. Es que Rata venía de tocar en bailantas de Morón, Temperley, Berazategui, Guernica, Varela, Casanova y José C. Paz. La banda jamás compartió fecha con un grupo de música tropical, simplemente usó sus discotecas para poder llegar a lugares en donde se escuchaba su música pero el rock no tenía salas. Sin embargo, esa recorrida conurbana despertó críticas de cierto conservadurismo del rock argentino que afectó la autoestima de la banda. El Libro Oculto se compone de apenas cinco canciones, aunque todas ellas cargadas por la furia y la violencia de un grupo que por un momento abandonó su formato más elástico y radiable para contestarle a quienes los detractaban por todo aquello. La Biblia junto al calefón, o al menos eso les hicieron creer quienes pusieron en duda su reputación y su legitimidad, viciando de nulidad los alcances artísticos del grupo en virtud de ciertas concesiones que se prejuzgaban improcedentes. Mientras las composiciones y el virtuosismo de Giardino le daban al rock argentino una sofisticación inédita, los alcances de sus baladas (en pleno apogeo de la FM y la televisión) parecían juzgarse en el terreno de la frivolidad. Los críticos y detractores fueron el abono de El Libro Oculto, una pequeña pieza de cinco canciones urticantes y agresivas, hoy objeto de culto y veneración, pero que en ese 1993 solo ofrecía postales de angustias y enconos. “Ese disco manifestaba nuestra disconformidad con lo que estábamos recibiendo de algunos medios”, argumento Giardino. “Nos banalizaron estúpidamente, como si la banda fuera sólo un tema, o si había llegado adonde llegó por haber tocado en el programa de Tinelli. Estábamos realmente muy enojados y salió ese disco, que es picante y no tiene baladas”. Una banda criada en el Bajo Flores era señalada como “careta” o “vendida”. Una catarsis cataclísmica, no sólo por el contenido de algunas de sus canciones (“Basura” y “Cuarto poder” en respuesta a sus detractores, “Asesinos” como crítica al nuevo orden mundial post Berlín y hasta “Agord, la bruja”, inspirada en el consumo de drogas), sino también por el desenlace del proceso creativo: tras cinco años, Adrián Barilari anunció su despedida justo en el Obras donde Rata iba a presentar El Libro Oculto. INTERNACIONAL Logo whatsapp 30 años de El Libro Oculto, el disco maldito de Rata Blanca En la cúpula de su vorágine, la banda publica un álbum breve y violento que sirve como epílogo de la época dorada en los años 90’. Conversamos con su fundador y guitarrista, Walter Giardino. Edición en formato casete de El Libro Oculto, lanzado en 1993. Edición en formato casete de El Libro Oculto, lanzado en 1993. 4 “Hubo épocas bravísimas en las que no me acordaba ni como había caído a mi casa. Borracho y todo, igualmente llegaba ileso, sin andar chocando autos. Era una época densa, vivíamos al borde de todo y quizá tuvimos suerte”, recuerda Walter Giardino. Rata Blanca había escalado muy rápido en la ola de los tempranos 90s, épocas en las que la cultura rock se entreveraba entre el mainstream que consolidaban las FMs porteñas (con sus repetidoras en el interior) y los espacios de resistencia alternativos. Rata quedó del primer lado, pero no por respingarse ante otros fenómenos populares, sino porque así se dieron las cosas. “Muy pocas bandas hubiesen podido resistir el lugar del que salimos nosotros. Había drogas, alcohol, armas... lo que quieras. Si veías las condiciones en las que estábamos y la gente que nos rodeaba, creías que no íbamos a llegar ni la a esquina. Que íbamos a terminar todos presos, que nos iban a matar, o que nos íbamos a matar entre nosotros”, agrega Giardino, poniendo como contexto no la alfombra roja que le extendió el main, sino el Bajo Flores donde él y varios de sus compañeros se criaron. “Hay cosas que no se saben: nos veían como una banda pulcra y algunos, incluso, nos tildaban de caretas, como si fuésemos tipos que salimos de lugares privilegiados y que no sabemos nada de la vida. ¡Se equivocan! Nunca quisimos hacer apología de esas cosas ni dar qué hablar por nuestras vidas personales”. “Estábamos en un bólido. Era todo una locura y podía terminar mal en cualquier momento. Nos apoyamos en la música y en nuestras familias, así pudimos zafar”, explica el guitarrista al otro lado de la tormenta. Después del disco debut de 1988, con Saúl Blanch en las voces, Adrián Barilari dinamizó una época cabalgada por el hit “Mujer amante” (de Magos, espadas y rosas, 1991) y Guerrero del arco iris, álbum que los llevó hacia una expansión continental. La última obra de esa saga es El Libro Oculto, un disco de apenas cinco canciones que en su brevedad y violencia define el semblante del grupo tras años de exposición casi frenética. Un álbum de notable factura artística, aunque parido bajo escenarios de desprecios y adversidades. Es que Rata venía de tocar en bailantas de Morón, Temperley, Berazategui, Guernica, Varela, Casanova y José C. Paz. La banda jamás compartió fecha con un grupo de música tropical, simplemente usó sus discotecas para poder llegar a lugares en donde se escuchaba su música pero el rock no tenía salas. Sin embargo, esa recorrida conurbana despertó críticas de cierto conservadurismo del rock argentino que afectó la autoestima de la banda. El Libro Oculto se compone de apenas cinco canciones, aunque todas ellas cargadas por la furia y la violencia de un grupo que por un momento abandonó su formato más elástico y radiable para contestarle a quienes los detractaban por todo aquello. La Biblia junto al calefón, o al menos eso les hicieron creer quienes pusieron en duda su reputación y su legitimidad, viciando de nulidad los alcances artísticos del grupo en virtud de ciertas concesiones que se prejuzgaban improcedentes. Mientras las composiciones y el virtuosismo de Giardino le daban al rock argentino una sofisticación inédita, los alcances de sus baladas (en pleno apogeo de la FM y la televisión) parecían juzgarse en el terreno de la frivolidad. Los críticos y detractores fueron el abono de El Libro Oculto, una pequeña pieza de cinco canciones urticantes y agresivas, hoy objeto de culto y veneración, pero que en ese 1993 solo ofrecía postales de angustias y enconos. “Ese disco manifestaba nuestra disconformidad con lo que estábamos recibiendo de algunos medios”, argumento Giardino. “Nos banalizaron estúpidamente, como si la banda fuera sólo un tema, o si había llegado adonde llegó por haber tocado en el programa de Tinelli. Estábamos realmente muy enojados y salió ese disco, que es picante y no tiene baladas”. Una banda criada en el Bajo Flores era señalada como “careta” o “vendida”. Una catarsis cataclísmica, no sólo por el contenido de algunas de sus canciones (“Basura” y “Cuarto poder” en respuesta a sus detractores, “Asesinos” como crítica al nuevo orden mundial post Berlín y hasta “Agord, la bruja”, inspirada en el consumo de drogas), sino también por el desenlace del proceso creativo: tras cinco años, Adrián Barilari anunció su despedida justo en el Obras donde Rata iba a presentar El Libro Oculto. Luego llegaron discos con Mario Ian y Gabriel Marian, la sobrevida de una banda notablemente desgastada. Y si bien sendas experiencias dejaron buen regusto entre los fanáticos, Giardino decidió —acaso sabiamente— apagar Rata cuando también se apagaban los 90s. Y, recién después de su tramo solista bajo el escudo de Temple, rearmar la historia ya en los 2000, cuando el guitarrista comprendió — a pesar de seguir publicando canciones nuevas… que su grupo podía recostarse en su condición de clásico. LID – Encierra una particularidad El Libro Oculto: su show de presentación, en Obras, también fue el de despedida de Adrián Barilari. Casi que ni lo pudieron disfrutar... WG - Fue una etapa muy dura, en la que sucedía simultáneamente algo muy curioso: se iban Bruce Dickinson de Iron Maiden y Rob Halford de Judas Priest, y se separaban los Guns N’Roses. Había una energía mundial que hizo colapsar ese circuito de rock metálico. Y a nosotros nos pasó lo mismo. Parecía algo astrológico, no lo podíamos creer. Lo tomamos como venía, hicimos lo que pudimos y los discos que siguieron hasta separarnos fueron correctos, aunque no los mejores. Pero no hay nada de qué arrepentirse. De hecho, esos dos discos (Entre el cielo y el infierno y Rata Blanca VII) también son los favoritos de muchos fanáticos. En 2013 invitaste a Sergio Berdichevsky y Gustavo Rowek para recrear los discos de los 90’, entre ellos El Libro Oculto ¿Necesitabas reconciliarte con ese pasado? Hay épocas de Rata que valoro y otras que no tanto, porque las cosas no funcionaron de la mejor manera. Con Rowek y Berdichevsky nos queremos mucho, entonces el reencuentro fue más fácil. Y lo de Saúl me alegró mucho, porque la idea era que disfrutara a Rata en una dimensión que él no había llegado a vivir. El problema que tuvimos con él en su momento fue estrictamente generacional. Él era más grande, tenía una familia y debía mantenerla. Y nosotros... estábamos en cualquiera. Solo queríamos tener una banda de rock y salir a tocar por donde sea. Él no podía estar en esa posición y el grupo lo fue dejando atrás, esa es la verdad. También es cierto que, gracias a él, pudimos grabar nuestro primer disco. De otro modo, tal vez ni siquiera hoy estaríamos acá. En toda esa serie de shows, en donde también invitaron a Saúl Blanch para recordar el primer disco, se notó que había buena onda. No se trataba únicamente de una cuestión por vender entradas y ganar más dinero… Es que lo disfrutamos mucho. Me reencontré con los viejos de mis amigos, sus familias y gente que no veía desde hacía mucho tiempo. Nunca me voy a olvidar de donde vine: del Bajo Flores. Hace varios años tomé la decisión de mudarme a Madrid porque es un buen lugar para aislarme un tiempo, pero aunque desde afuera parezca que tengo aires de rockstar, la realidad es que vengo mucho a la Argentina y vivo el país intensamente. Me gusta estar en contacto con el público y recibir buena onda. Lo necesito. Mi cama está allá, pero mi carrera está acá. fuente: la izquierda diario

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